¡Qué
descansada vida
la del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;
la del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;
[...]Vivir
quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
Fray
Luis de León
Para muchos la soledad tiene un tinte oscuro y rápidamente
la asocian con la tristeza y la
melancolía. Me niego, me opongo rotundamente a considerarla como algo negativo.
Me alejo de esto para llegar a la idea de momento, de interioridad, de
capacidad, de un yo saludablemente constituido.
Recuerdo a Cortázar en una entrevista que le realizaron definiéndose
como una persona que es avezada a su soledad, afirmando ser de naturaleza
solitario, asegurando que se siente bien sólo, pudiendo vivir largos períodos
sólo (en él hay una especie de desdoblamiento, algo así como un Dr. Jekyll y
Mr. Hyde). Al escuchar esto no puedo dejar de sentirme identificada, es un
hallazgo. Acaso, ¿no es eso un poco lo que nos pasa a todos los que disfrutamos
de la soledad? La entrevista continúa, Julio cuenta cómo al estar en reuniones
hay un minuto en el que Mr.Hyde le dice al oído – “Hombre, ¿por qué no estás
escuchando un disco en tu casa?”. De
este tipo de soledad hablo, ese momento
en el que nos ponemos a leer el libro que nos gusta, cocinar las recetas que solemos acumular de los programas, esas situaciones en las que
hacemos lo que se nos da la regalada gana, pero eso sí, a solas. Si lo pienso dos veces esta soledad es una
soledad a medias, porque el hecho de leer un libro me conecta con otro, me
conecta con ese autor, con otros que leí, con lugares, situaciones, lo mismo si
escucho un cd, entonces, estar conmigo, no es estar solo, ¿O si?
Pese a esto, la soledad no es para cualquiera, no todos son capaces de
tener un Mr. Hyde que los llame a ese espacio en donde no hay nadie más que uno
o, mejor dicho, a ese espacio donde uno se encuentra con muchos otros que no
son físicamente visibles. Navegando por Internet me topé con un blog donde nos
definían como resentidos, “a los resentidos
que la valoran por el mero hecho de no saber estar con nadie”. El hecho de
sentirnos bien solos ¿está relacionado con no tener la capacidad de estar con
alguien? o tomando esa extraña expresión
que usó quien escribe el blog titulado Nadie
muere un domingo, ¿está relacionado con no tener la capacidad de “estar con
nadie”? , lo dejo a sus criterios, diría una conocida vedette argentina.
¿Qué es lo que relaciona a un yo
que se constituye saludablemente con la soledad? Les aseguro que con esta telaraña de
relaciones quito el rótulo de “resentidos” a quienes andamos por la vida
utilizando como eslogan una pequeña parte del poema de Fray Luis: “Vivir quiero
conmigo”.
Winnicott habla de un yo “saludablemente constituido”. Para esto nos tenemos que remontar
a la relación que uno establece con los
padres desde niños, desde esos momentos que no logramos recordar, pero que no
por ello dejan de ser cruciales en nuestra vida.
Nuestra madurez y la capacidad
para estar solos implican que hemos tenido la oportunidad, gracias a una buena
maternalización, de formarnos en la creencia de un medio ambiente benigno. Esta
capacidad tiene por fundamento las
experiencias infantiles de estar a solas en presencia de alguien. Esta
presencia, llevándola a nuestra idea de soledad, ¿la podemos tomar como esos
autores con los que nos relacionamos al leer un libro y los otros muchos que
vienen a nuestra mente?, no lo sé. Con el tiempo introyectamos la madre sustentadora del yo y de esta forma nos vemos
capacitados para estar solos sin necesidad de buscar el
apoyo de la madre o símbolo materno. Así, cuando somos chicos, quien no tenga
una débil organización del yo podrá
estar sólo gracias al apoyo del yo
digno de confianza. Ese ambiente sustentador del yo – madre, padre- es objeto de un proceso de introyección e
integración en nuestra personalidad de tal manera que se produce, señoras y
señores, la capacidad de estar realmente solos. Nos tenemos que alegrar de
tener un yo totalmente saludable.
¡Qué lejos estamos del resentimiento! ¡salud!
El personaje es así: es mujer, cumplió cuarenta años (nunca se imaginó
que llegaría), quiere llegar a su casa y quemar toda la ropa que tiene puesta,
asegura que nunca estuvo tan mal vestida (esa ropa ya no sirve) está empapada
de cansancio y de tristeza, es irrecuperable. Ella es el personaje de También esto pasará, a quien se le muere
su madre. Le reclama haberle prometido que cuando muriese, su vida estaría
encarrilada y en orden y que el dolor sería soportable. Nunca le dijo que
tendría ganas de arrancarse las propias vísceras y comérselas. Es un personaje
que no puede afrontar la instancia de soledad en la que ahora se encuentra, es
un personaje que no tiene la creencia de un medio ambiente benigno, es un
personaje con un yo que lejos esta de
ser saludable.
La realidad es que hay cosas, como vemos, que son consideradas por
muchos como negativas y a su vez esas mismas cosas son vistas por muchos otros,
altamente positivas. El profesor Cortazar aseguraba que dar clases en Chivilcoy
como en Bolivar, tuvo su encanto pese a,
como decía él, la vida intelectual de estas ciudades era igual a cero. Esta
idea de vida intelectual, estaremos de acuerdo, en que no es algo ideal y que
de esto no podría salir nada bueno. Pero Cortazar aseguró que por este motivo
las reuniones eran escasas, sus vínculos con otros eran escasos, dándole la
soledad suficiente para leer todo lo que quería. Así como el personaje de También esto pasará tomó a su nueva
instancia de soledad, como algo negativo, Cortazar hallaba en esta nueva
situación la posibilidad de tener el tiempo necesario para hacer todas esas
lecturas que venía postergando.
Yo no se si las voy coleccionando o todas las personas que se destacan
en algo, aman la soledad de la que acá hablo. Carlos Alberto Solari, más
conocido como el Indio, siempre dice: “Mi soledad es mi manpasikjeok”. Buscando
encontré que manpasikjeok es una
flauta que calma todas las olas del mundo, pero también es el nombre de un templo budista que se terminó de
construir en el año 682. Fiel a su estilo el Indio es ambiguo, y siempre lo
comparo con un libro que tiene mil notas al pie, para todo lo que habla hay que
ir a buscar la referencia. El también ama esta soledad intelectual, “yo disfruto de mi soledad. Soy un tipo bastante
lector”, ¿Por qué será que todos nosotros tenemos en común el hecho de ser, no
sé si grandes lectores, pero sí dedicar un gran tiempo al ejercicio de la
lectura?
El “irse de mambo” puede pasar en todas las cuestiones y en todos los
ámbitos. Llegar a ser un Hikikomiri, no es lo ideal. Ser un Hikikomori sería el
“pasarse de mambo” de esta soledad intelectualoide. Fabián Casas en La supremacía Tolstoi y otros ensayos al
tuntún, comenta que Pascal decía que todos los problemas surgen cuando uno
tiene que abandonar su habitación. Y con esto nos explica que en Japón algunos
adolescentes tomaron esto al pie de la letra y se encerraron en sus cuartos
rodeados por la computadora, libros, cómics y otros objetos personales. Cierran
su habitación con llave y vegetan como un malvón artificial. A estos fóbicos se
los llama Hikikomori.
Pese a la elección que hacemos algunos, el tema de la soledad como algo
negativo es un común social. Vivimos en una sociedad en la que está mal visto
estar solos, uno no puede estar solo, constantemente localizados, siempre
tenemos que estar en contacto con alguien y rodeado de gente porque si no uno
no es feliz. Algo le pasa, algo le tiene que estar pasando, no es parte de los
“normales”, se escuchan que especulan las voces del inconsciente colectivo. En
un grupo llamado Solos y solas Buenos
Aires, te dicen que podes conocer gente inclusive mayor de sesenta años, y
te estimulan con frases bizarras que invitan a conocer a tu pareja ideal para
combatir la soledad. Sumado a esto te brindan diez consejos para poder
sobrellevar esta instancia: nunca faltes a una reunión con otras personas, la
amabilidad te llevará lejos, y busca otros como tú. Toda una guía para ser
persona, ¿Para ser persona?
Claro, pero esto no es todo, si no te alcanzaron los diez, entrando al
blog de Christopher Barquero uno puede encontrar ¡once consejos más para superar
la soledad!...pero al leerlo me llevo una sorpresa. El consejo número once: lee
un buen libro, mira tu película favorita. Acá es donde se descubre que nuestra
soledad intelectual está dentro de los consejos para combatir paradójicamente
la soledad ¡Somos normales! ¡Salud! Y ¡Buen yo
saludablemente constituido para todos y todas!
M. Pía de la Paz Carrano.
